Seguro tú me entiendes

—¡Qué gusto verte por aquí, Lencho! —le dijo Manu, estrechándole la mano—. Bendito sea Dios, hacía tiempo que no nos cruzábamos.

—Ni me digas, Manu —suspiró Lencho, dejándose caer en la silla—. Vengo del velorio de José… Qué cosa más dura. La verdad, solo tuve ánimos para venir directo acá, me hacía falta.

—Ese José… un día desapareció y nunca supimos más de él. Tú sí lo veías. ¿Seguían andando juntos?

Lencho bajó la cabeza. Su voz salió pausada, como arrastrando algo más que palabras.

—Desde escuincles fuimos amigos. Agarramos la parranda juntos, pero jamás pensé que acabaría así. Era buen cuate. Salíamos a andar en bici, nos fuimos de pinta y probamos nuestra primera cerveza. Ya grandes nos apadrinamos en las bodas. Nunca nos perdimos la pista.

Manu lo escuchaba atento, en silencio, intuyendo que Lencho necesitaba vaciar lo que llevaba dentro.

—En el velorio… —continuó Lencho— su viuda y los hijos parecían tranquilos. Hasta aliviados, te diría. Era como cualquier reunión: recibían el pésame con una sonrisa, con la mano firme. Ninguno de ellos se acercó al féretro, ahí lo veía cerrado, sin compañía. Ni una lágrima durante la misa. Yo, aunque sentí ganas de algo más, no supe cómo llorar, cómo acercarme a despedirlo. No pude. Me parecía que, si lo hacía, iba a romper algo… las formas, no sé.

Hizo una pausa. Sus manos temblaron levemente, pero la voz seguía controlada.

—Su mujer, la conozco de toda la vida, se me acercó y me dijo: “Lencho, tú lo querías mucho. Te juro que fue rápido. Yo espero que no haya sufrido tanto. Ya ves… él no supo detenerse. La noche anterior… me pidió perdón. Me dijo que me quería. No sé si lo decía por mí o por él mismo. Seguro tú me entiendes.”

En ese momento sonó la campana, anunciando el inicio… Ambos acomodaron sus sillas.

Lencho fue el primero en ponerse de pie, respiró hondo y miró al grupo.

—Soy Lencho… soy alcohólico.

Comparte:

Más:

LA PESTE DEL ODIO

¡Malditos!, son las seis de la mañana y ya iniciaron con su escándalo. Pero hoy renuncio; no me levantaré, aunque aúllen y ladren como bestias que son. ¿No se cansan

Inscríbete a nuestro boletín