Buen chico

Buen chico

Mi preocupación lo superó todo. ¡Ver a Pelusa con el hocico rojo! Primero, el alivio al cerciorarme de que no estaba herido; después, el horror al descubrir qué masticaba, como si fuera su juguete favorito… un dedo humano.

Intenté quitárselo de las fauces, pero, para aumentar mi desesperación, masticó más rápido mientras corría. ¡No quería ni pensar lo que sucedería si salía de la casa!

Lo perseguí con angustia por todas las habitaciones hasta que llegó a su cama… donde me encontré con la mano incompleta, roída.

Respiré hondo. Tenía que conservar la calma. Le ofrecí una galleta, y Pelusa soltó el objeto incriminatorio. Mientras le limpiaba la cara y lo acariciaba, susurré:

—¡Buen chico!

Buen chico… seguí diciéndole, asegurándome de que se quedara fuera del sótano.

Buen chico… repetí, entrelazando las palabras con mis pensamientos: no olvidar poner la llave. Los malteses son curiosos.

¡Buen chico! repetí una vez más, mientras devolvía la mano al cadáver.

Comparte:

Más:

Vigilar y Castigar

Para que las funciones de vigilar y castigar logren resultados de un alcance mucho mayor, la titular del Poder Ejecutivo de México presentó recientemente la iniciativa de Ley en Materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión, que ya es considerada por especialistas en derechos humanos como una de las más peligrosas que se hayan conocido.

Fibromalgia

Inseparable compañía

Todavía no me sentaba cuando, sin preámbulos, pronunció estas palabras:
—Tienes fibromialgia, no se cura, es para toda la vida, solo se controla.

Voces editoriales

Celebramos la apertura de nuevas secciones que amplían nuestro horizonte cultural y nos invitan a mirar más allá de lo evidente.

Inscríbete a nuestro boletín