La verdadera poesía no pide permiso. Te ata y, ya en el suelo, ya amarrade, o te rindes o te rebelas ante sus caprichos. Eso es Shibari, el poemario recientemente publicado por Palíndroma. La autora, Dafne Martínez, escribe no desde la comodidad institucionalizada ni desde la afectación de cierta literatura queer que se conforma con la representatividad liberal. Su voz emerge desde el campo de batalla: un cuerpo proletario y transexual, sujeto a la violencia estructural del capitalismo tardío mexicano.
Su poesía es conmovedoramente moderna. Moderna en el sentido marxista: la del “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Suya es la audacia de citar a Sonic en vez de a Dante, así como también suya es la rebeldía que grita desde la precariedad y el desecho, desde lo que el capital considera no rentable.
Por eso, el uso de personajes de la cultura de masas no es una mera anécdota personal, sino una estrategia de reapropiación. Frente a los personajes de nuestras infancias, monopolizados por las industrias culturales privadas, Dafne nos devuelve estos mitos contemporáneos al terreno común del deseo y la nostalgia por lo perdido. Esta poesía-fanfiction no es un juego inocente, sino sabotaje.
Poco a poco, el poemario salta del fanfiction a una reapropiación de la estética del misticismo: la expropiación del rezo, el koan y el rosario, para introducir en ellos otro contenido: el del dolor, la pulsión autodestructiva, el erotismo y la disidencia sexual explicados como éxtasis religioso. Esta inmersión en el canon creyente no imita, sino que convoca; hace bailar a santos y bodhisattvas en un aquelarre que no se rinde al canon, sino que lo degüella con cariño.
En este mes del orgullo, Shibari merece leerse, pero no como un gesto empresarial de inclusión ni como parte de una estetización despolitizada, sino como la herida abierta por la historia. Porque es imposible ser neutral cuando bloques negros anarcos atacan contingentes trans-incluyentes, o cuando se difunden sin control alguno discursos de odio terfistas y fascistas a través de redes sociales. Ante esta violencia tan descarnada y sistemática, ante el institucionalismo simbólico que no hace nada frente al hecho de que México ocupa el segundo lugar mundial en transfeminicidios, Dafne convierte su poemario en una declaración existencial: existe porque resiste, y escribe para sobrevivir, sí. Pero también para vengarse. Y para amar.
Porque, como dice uno de sus versos:
“en los niveles con agua / una burbuja siempre hacía la diferencia”.
Y Shibari es esa burbuja.
l.