Emociones: función, regulación y mitos comunes

La emoción como brújula humana

Antes de ser concepto, teoría o estudio de laboratorio, la emoción es experiencia. Un sobresalto, una súbita alegría, un enojo que prende, una tristeza que se asoma sin pedir permiso.
Las emociones forman parte de nuestra arquitectura evolutiva: nos permiten reaccionar rápido, adaptarnos, sobrevivir, vincularnos. No son “ruido”; son señales.

La psicología contemporánea las entiende como respuestas complejas que involucran cuerpo, mente y conducta. Cambios fisiológicos, interpretaciones subjetivas, expresiones visibles y una inclinación a actuar. Sensaciones que cuentan historias.

En la vida diaria: cómo regulamos aquello que sentimos

Un estudio reciente publicado en Frontiers in Psychology, Emotional regulation strategies in daily life (2023), analizó cómo las personas regulan sus emociones en el día a día, no en condiciones controladas, sino en la “vida real”.

Sus hallazgos son reveladores:

1. No todas las emociones se regulan igual

  • Emociones intensas → activan estrategias rápidas: distracción, cambio de foco, evitar estímulos.

  • Emociones moderadas → permiten estrategias más reflexivas: reevaluación, reinterpretación, aceptación.

Es decir: no es debilidad evitar algo que nos desborda; es un mecanismo humano natural.

2. Nombrar es regular

Las personas capaces de identificar y etiquetar su emoción (“esto es ansiedad”, “esto es enojo”, “esto es tristeza”) eligen estrategias más saludables.
El lenguaje —interno o escrito— funciona como una primera herramienta reguladora.

3. La regulación no es un acto, es un proceso

Sentir → reconocer → decidir → actuar → aprender → recordar.
Un bucle que recuerda la estructura de un relato. Cada emoción, un capítulo breve que anticipa el siguiente.

Cuando la emoción se desborda: el burnout

La vida moderna exige mucho: productividad, cuidado, presencia, calma, paciencia. Y esa exigencia emocional sostenida tiene consecuencias.

Un meta-análisis reciente, Emotion Regulation and Parental Burnout (2025), muestra que la mala regulación emocional es uno de los factores más fuertes que predicen burnout —no solo parental, sino también laboral, afectivo y creativo.

1. Reprimir cansa

La supresión continua (“no pasa nada”, “luego lo resuelvo”, “me aguanto”) aumenta el desgaste emocional y desconecta a la persona de sus vínculos.

2. Reevaluar protege

Reinterpretar una situación (“no es fracaso, es un límite”, “no estoy mal, estoy saturada”) funciona como un amortiguador emocional.

3. El burnout no es falta de amor ni de vocación

Es falta de recursos emocionales disponibles.
La evidencia científica lo confirma: regular emociones es una forma de
cuidado, no de debilidad.

Mitos comunes que necesitamos soltar

Las emociones están llenas de mitos sociales que alteran nuestra relación con ellas:

  • Hay emociones buenas y malas.”
    Todas tienen función: el miedo protege, la tristeza integra, la ira marca límites.

  • La felicidad es el estado natural.”
    No. La vida es fluctuante; la alegría no es premio ni la tristeza castigo.

  • Reprimir ayuda.”
    A corto plazo puede contener un conflicto, pero a largo plazo desgasta.

  • Lo racional debe dominar.”
    Las emociones no se oponen a la razón; la acompañan. Tomar decisiones sin escuchar lo que sentimos suele ser perjudicial.

El ser humano como sujeto emocional

Somos seres que sienten antes de comprender y que comprenden gracias a lo que sienten.
Las emociones no solo informan sobre nuestro mundo interno; también construyen identidades, relaciones, narraciones de vida.

Y aquí aparece algo profundamente literario:
Regular las emociones es también narrarlas.
Nombrarlas, ordenarlas, darles ritmo.
Escribir un diario, un poema, un cuento, una carta: todo eso es regular. Es transformar emociones dispersas en sentido.

Cierre: Lo que sentimos nos escribe

Las emociones no son un obstáculo ni un defecto. Son la primera versión del relato que luego nos atrevemos a reescribir como vida.

Y conviene decirlo con toda claridad: nos han querido vender la idea de que la alegría es el estado ideal, el punto al que debemos aspirar continuamente, como si las demás emociones fueran fallas o interrupciones del camino. Pero no es así.
La tristeza integra, el miedo protege, la ira marca límites, la sorpresa despierta.
Todas las emociones cumplen una función y todas, incluso las más incómodas, forman parte de nuestra brújula humana.

Regularlas no significa negarlas. Es reconocerlas, nombrarlas, aceptarlas, entender qué nos quieren decir, cuestionar los mitos que las deforman y aprender a elegir qué hacer con ellas.
Ese proceso —intenso, íntimo, humano— es también una forma de escritura: la del sujeto que se comprende a sí mismo mientras se narra.

En una época que exige tanto de nosotros, regresar al corazón de nuestras emociones puede ser un acto de resistencia, humanidad y claridad.

Fuentes

 

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