Star of Betlehem de John Williams

La preciosa partitura es relativamente desconocida… o al menos me pregunto por qué, con semejante belleza, no se ha convertido ya en un clásico navideño.

Quizá influya su interpretación: está cantada por voces infantiles, sí, angelicales, pero que para algunas sensibilidades pueden resultar de expresividad limitada.
Y, sin embargo, esto no es un error: es el mayor acierto de un monstruo… mejor dicho, del monstruo de la composición cinematográfica. Sir John Williams.

Lo más cercano al noble y desinteresado “autor anónimo” es, hoy en día, el compositor de música para cine. Solo un artista con verdadera humildad ante el arte decide situarse intencionalmente en segundo o tercer plano.

¿El monstruo de la Navidad es el Krampus, el Grinch o Scrooge?
En este caso es Williams, poseedor de un talento casi aterrador y una musicalidad anómala. Tal vez mi otro ídolo, Hans Zimmer, coincidiría conmigo. Pero pongámonos formales… ejem, aclaramos la garganta, y:

John Williams es un compositor, director de orquesta y trombonista estadounidense, nacido el 8 de febrero de 1932 en Nueva York, reconocido como uno de los creadores de bandas sonoras más prolíficos de la historia. Es famoso por la música de Star Wars, E.T., Tiburón, Jurassic Park y Harry Potter, entre muchas otras. Ha compuesto más de cien bandas sonoras y ha recibido numerosos premios, incluidos cinco Premios Óscar.

Star of Bethlehem es el tema principal de Home Alone —o Mi pobre angelito, como se tradujo en México—. La metáfora de esperanza presente en la canción refleja, el proceder del inocente Kevin.

Una plegaria nueva para una época nueva

Estrella de Belén, brillando intensamente, bañando al mundo con luz celestial. Deja que el resplandor de tu gloria lejana nos llene de esperanza en esta noche de Navidad.

Estrella de inocencia, estrella de bondad, que contemplas desde el principio de los tiempos. Tú, que has vivido edades infinitas, mira con amor a la era del hombre.

Estrella de belleza, escucha nuestra súplica, susurra tu sabiduría con ternura. Estrella de Belén, libéranos, haznos el mundo que anhelamos ver.

Estrella de Belén, estrella en lo alto, milagro del cielo de medianoche. Deja que tu luminosa vida del cielo mejore nuestros corazones y nos haga volar.

Estrella de felicidad, estrella de maravilla, que todo lo ves desde lejos. Posa tu mirada sobre el futuro, haznos más sabios de lo que somos.

Estrella de gentileza, escucha nuestra súplica, susurra tu sabiduría con ternura. Estrella de Belén, libéranos, haznos el mundo que anhelamos ver.

En esta ocasión no ofrezco interpretación alguna. El texto de Leslie Bricusse resonará en cada quien, si se da la oportunidad de leerlo mientras escucha el video que acompaña este artículo.
Lo recomiendo. Más aún: lo pido, atentamente.

Notarán algo muy bello: cómo la música va creciendo en intensidad —en el coro, en los matices, en la arquitectura musical, en las texturas—. Pero, para no ponernos demasiado técnicos, lo resumiré así: crece como crece toda petición y toda oración compartida en comunidad.

También crece en belleza.
Y, sobre todo, evidencia lo que hace de Williams un maestro: es capaz de “traducir” las emociones implícitas en un texto y convertirlas en música viva.

Sé que esta es una época acelerada; lo que pido no es fácil. Pero tampoco lo es la entrega con la que orquesta, director y coro —infantil, que imagino como querubines, o adulto, que sitúo como arcángeles— nos obsequian esta pieza.

El sonido de la Navidad

La obra se mueve suavemente, con calidez y espiritualidad.
Su melodía fluye con naturalidad, como si respirara.
La armonía construye un espacio acogedor y luminoso.

La música avanza sin prisa, casi como una procesión. Todo contribuye a un clima de contemplación.

Los timbres son delicados: cuerdas, maderas suaves, arpa, campanas. Todo dispuesto para generar una impresión de luz pura.
Hay momentos en los que la música se intensifica con algo más de volumen y brillo, para luego volver a la calma.
Surgen así sus clímax: puntos donde naturalmente se acentúa el sentido expresivo del texto.

El sonido es melancólico; como muchas canciones navideñas, encierra esa paradoja: en pleno júbilo por el nacimiento del Mesías late una tristeza premonitoria por su destino.

El público siempre tiene la razón

Dejaré que mis queridas lectoras y lectores tengan la última palabra.
Después de escuchar esta versión dirigida por el propio maestro, ustedes serán los únicos jueces.

¿Es un canto precioso para Navidad?
¿La reconocen fácilmente? Casi puedo apostar que les sorprenderá.

Concluiré deseándoles unas muy felices fiestas y agradeciendo el honor de su lectura durante todo este 2025.

Que la estrella de gentileza escuche nuestra súplica y susurre su sabiduría con ternura. Que la estrella de Belén nos libere y haga el mundo que anhelamos ver.

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