Protocolo Poético para Habitar la Música de Concierto

Un concierto no es solo un evento musical para especialistas: es un acto simbólico, es un ritual en sí mismo, donde el silencio y la escucha tienen un valor sagrado. Como en toda ceremonia, hay gestos, tiempos y códigos que le dan sentido. Conocerlos no solo evita interrupciones: permite una mejor vivencia de quienes asisten.

Sugerencias de protocolo musical (que pudieran ser poco conocidas por el público general)

• No aplaudir entre movimientos
Las obras sinfónicas y de cámara suelen tener varios movimientos, y eso suele indicarse en el programa de mano o en la versión descargable por QR. Es recomendable curiosear antes, para tener fresca información interesante. Aunque algunos movimientos suenen como un cierre apoteósico, lo mejor es aplaudir solo al final de toda la obra.
Más allá de la norma, diré: cada parte es como el capítulo de una historia; los aplausos interrumpen el arco narrativo y rompen la impresión buscada por la o el compositor.

• Hacer del silencio una práctica
Incluso en modo vibración, un celular interrumpe la atención con llamadas; desentona con el universo de sonidos: notas, armónicos, matices, efectos y un largo etcétera creado para cada espectador.
Lo mismo pasa con las alarmas de relojes, cuchicheos o envolturas de caramelos que se abren durante el evento. Recordemos que las salas de concierto poseen una acústica exquisita, gracias a su arquitectura especializada.
Pero más allá de lo técnico, hay una invitación a desconectarse, un par de horas, del ruido del mundo y conectarse con el lenguaje más antiguo: el del sonido puro. Acepta la invitación para habitar ese microcosmos sonoro. Rebelémonos contra esta época ruidosa produciendo silencio y practiquemos el arte de escuchar, que tanto le falta a nuestra época. La sinfonía de pensamientos, emociones y sensaciones te sorprenderá.

• Mejor aún, olvidarse del celular
Las pantallas brillantes no solo desconectan de la experiencia a la o el propietario del móvil, sino también a quienes están a los lados y detrás.
Hay una razón aún más poderosa: imaginemos esta escena: las cuerdas dibujan el llanto de nuestra historia, mientras las maderas trazan el lago de lágrimas de los personajes; los metales recuerdan por qué ocurrió aquello, y las percusiones marcan el pulso del corazón del héroe o la heroína, que se había detenido un instante. Todo esto en respuesta al director de orquesta, quien dibuja en el aire con su cuerpo la voluntad sonora.
¿No resultaría invasivo el timbre de un celular? Dejo esa reflexión para el oído y la conciencia de quien me honra con esta lectura.

• Dejarle los movimientos a la orquesta durante la ejecución
Espera a que termine una obra o movimiento para desplazarte. Puede ser tentador imaginar que uno dirige la orquesta (en casa se puede hacer, y es una actividad más que recomendable) o ponerse a bailar.
Recordemos siempre que el escenario sonoro se construye en tensión, y la liberación de la misma produce en los asistentes una especie de catarsis: cualquier distracción irrumpe ese delicado tejido.

• No grabar con el celular
La música en vivo es irrepetible. Diversos estudios muestran que, para el cerebro, grabar un concierto se procesa casi igual que verlo por televisión.
Es mejor llevarse el recuerdo completo, tatuado en el alma. ¿Para qué querríamos un fragmento pobre en audio y atención? Nuestras impresiones, reflexiones y observaciones son el registro más importante de ese concierto.

No es que la música de concierto sea restrictiva. ¡No hay que tenerle miedo! Toda música lleva su protocolo.

Y antes de que se me acuse de clasista o de limitar la libre expresión… en pocas palabras: aguafiestas, añadiré que:
Debería existir otro artículo (tal vez sea el próximo) que recomiende no sentarse en las primeras filas de los conciertos de algunas bandas de rock. Quienes asistimos lo sabemos: caerán, desde las filas más alejadas, vasos de cerveza… con algo que no es cerveza.
Y en los conciertos de metal, si se forma un hueco en alguna sección del público, recomiendo alejarse… el slam inevitable que se desatará en el centro no es recomendable para rodillas ni espíritus sensibles.

Insisto: cada género musical es precioso y tiene su propio protocolo.
Escuchar con el cuerpo entero es descubrir que la música no solo suena: nos atraviesa, nos revela, nos transforma. Asistir a un concierto también es un arte. Y como todo arte, se disfruta mejor con todos los sentidos despiertos.

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