La Misa a Buenos Aires
Conocida también como Misa Tango o Misatango de Martín Palmeri es una obra emblemática que combina la tradición litúrgica latina con el universo sonoro del tango argentino.
El bandoneón se arrodilla ante el altar
En el corazón de Buenos Aires, donde el bandoneón solloza historias de amor y nostalgia, nació una misa que desafía fronteras: la Misa a Buenos Aires de Martín Palmeri. No es una misa cualquiera. Es una misa que camina con el compás quebrado del tango, pero con la solemnidad ancestral del latín. Es liturgia, pero también danza. Es rito y rebelión.
El compositor: un arquitecto de la emoción
Martín Palmeri (Buenos Aires, 1965) es pianista, compositor y director coral. Su formación académica del más alto nivel se conjuga con una profunda pasión por la música popular. En su Misa Tango, Bach y Piazzolla no se excluyen: dialogan. Palmeri se desplaza con naturalidad entre el lenguaje clásico y el tango contemporáneo, creando una obra orgánica, habitante de un territorio nuevo, nacido sin nostalgia, artificios ni clichés.
Una misa nacida del tango… y del encargo
La Misatango fue compuesta en 1996 por encargo del director coral Néstor Zadoff. La premisa era clara: escribir una obra litúrgica con elementos del tango. Palmeri no hizo una misa con ritmo de tango, sino desde el corazón mismo del tango y del rito sacro, respetando el texto completo del Ordinario católico en latín: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus y Agnus Dei. Planteado así, supone un reto colosal… que, en opinión de quien esto escribe, fue resuelto de forma magistral.
En nuestro planeta tanguero, el bandoneón suple al órgano
La orquesta de cuerdas, el piano, el coro mixto, la mezzosoprano solista y el bandoneón forman una liturgia sonora insólita. El bandoneón —instrumento emblemático del tango— no está ahí como adorno exótico, sino como voz confesional. A veces reza. A veces llora. A veces viste de deseo el templo. Es un recordatorio de que la oración viene también desde los pecadores. Tan irreverente, tan sensual, tan pecador… Así, Padre… ¿podrás escucharme? Seguramente sí. No olvido que la oveja perdida era tu preferida.
En las melodías que brotan de sus fuelles hay tanto de fervor como de herida, tanto de cura como de veneno.
La armonía, con los giros típicos del tango nuevo, y el tratamiento rítmico sincopado, convierten cada parte de la misa en una travesía emocional. Surge otra pregunta: si al paraíso vamos cantando y bailando… ¿querrá abrirnos las puertas San Pedro? Imagino que en su infinito amor hay lugar para todos. Tal vez, incluso nos diga: ¡Bienvenido seas, ché!
Entre lo sacro y lo profano: una alquimia legítima
La misa, entendida así, no es irreverente: es sincretismo legítimo, una afirmación profunda de la espiritualidad latinoamericana. La Misa Tango no parodia lo religioso ni mitifica el tango: los hace conversar. Y esa conversación, por momentos dolorosa, por momentos serena, está destinada a tocar fibras universales.
Una misa viajera
Desde su estreno, ha sido interpretada en más de 30 países: la Catedral de Notre Dame, el Vaticano, teatros de Alemania, Corea, Israel, México, Brasil y Estados Unidos. En cada lugar, la Misatango muestra cómo una identidad local puede alcanzar resonancias globales, pues, la música no conoce fronteras.
Un rezo con acento rioplatense
En tiempos en que lo espiritual busca nuevos lenguajes, la Misa Tango ofrece un puente: un lugar donde lo espiritual no está reñido con lo terrenal. Expone que en la tristeza y el deseo también hay búsqueda de trascendencia. Palmeri no escribió una misa para puristas, escribió una misa que vibra con la carne lo mismo que con el alma.
Como las grandes obras, se adelantó a su tiempo. Si usted, querida o querido lector, tiene la oportunidad de escucharla en vivo, sepa que asistirá a un hecho histórico.
El evangelio, según el bandoneón
Kyrie
Inicia con la solemnidad de las grandes misas y nos preludia el microcosmos tanguero que habitaremos por cuarenta minutos.
Se destapa el tango, y con ello comienza la exposición del tema, en la más estricta tradición de los Kyries fugados, como ocurre, por ejemplo, en el Requiem de Mozart. La textura se modifica con belleza e ingenio para colorear nuestra súplica contrapuntística: Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Gloria
Echemos a volar la imaginación… Si Disney se animara a hacer Fantasía 2025, podríamos imaginar a la cascada de Iguazú, el bosque circundante, el cielo y la creación entonando la alabanza:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
Te alabamos, te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos…
En un instante, todas las especies de árboles emergerían de la tierra, bailando sobre sus raíces, mientras cantan:
Damos gracias por tu gloria…
La primera intervención de la solista nos regresaría súbitamente al misticismo:
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
El coro le acompañaría, le imitaría, pero no por mucho tiempo: es imperativo culminar con ese júbilo devocional con que se inició.
Credo
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso… se presenta con la tradicional textura coral, mientras la orquesta juega con nuevos temas. Parece decirnos: este acto de fe es vital, así que cantemos todos juntos para hacerlo verdaderamente trascendente.
La solista recupera el carácter narrativo del tango. En unos compases, este baile puede contarnos historias largas, profundas, dramáticas. El coro se une: Crucifixus etiam pro nobis: sub Pontio Pilato.
Sollozamos mientras relatamos la pasión de Cristo: Fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato.
Después, con más animación: Et resurrexit tertia die. Resucitó al tercer día. Cantado con la seguridad, de presentar un hecho consumado, el cual celebramos.
Las percusiones nos devuelven al carácter terrenal. La solista entona: Credo in Spiritum Sanctum. Es el canto del sol atravesando todo con sus rayos. La creación, representada por el coro, le responde.
El ritmo se acelera. ¡El ritmo es vida!
El Credo habló de muerte y sacrificio, pero, fiel a su esencia, es celebración de vida. La música se frena para concluir con contundencia: Amén.
Sanctus
Si no conociéramos el texto, podríamos pensar que se trata de una descripción sensual y candente de la mezzosoprano solista.
¡Santo, Santo, Santo es el Señor!
Una alabanza honesta, que parece decir: las plegarias en la iglesia son santas, pero las que brotan del arrabal son más sinceras. O al menos, más sabrosas.
Benedictus
Es la parte más etérea. Como dice el maestro Armando Carmona: incorpórea. Por un instante, seamos del cielo, seamos éter y vapor.
Las nubes, los ángeles y querubines, conmovidos, se suman a las alabanzas:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Agnus Dei
Se pronuncia como un adiós de arrabal. El bandoneón tiene su solo más importante. La tradición organística cede, con gusto, el lugar a lo nuevo. La solista retoma el mensaje y el coro responde:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Y llega el cierre: Dona nobis pacem, con elementos rítmico-melódicos del Kyrie, y ecos rítmicos del Sanctus. El tempo acelera para permitir que la misa concluya con una amalgama sonora de penitentes que bailan mientras entonan lo más sagrado.
El tiempo se alarga con barroquismo para volver al inicio: una variación melódica, rítmica y textual de las primeras notas de la misa. Palmeri ha permitido que se despidan la solista, el bandoneón y la orquesta.
El final sobre la palabra Pacem es contundente, suspendido sobre la letra m, como si la súplica quisiera quedarse vibrando por siempre, en el aire.
Cierro este artículo con una reflexión final:
¡Qué hermoso cerrar la presentación de esta catedral sonora rioplatense con una súplica por la paz!
Rompamos, por una vez, el abecedario litúrgico: que Pacem sea la palabra que lo inicia todo.
Sin paz, el Amén no es tan amplio como debiera, y el Credo queda, tristemente, huérfano.
El tango toma el púlpito: fechas
Y usted, querida lectora o querido lector, si aún no ha escuchado esta misa… deje que el bandoneón lo guíe al altar. En este mes de agosto el Coro de la Ciudad de México (OCCM), bajo la intrépida batuta del maestro Armando Carmona, la interpretará en dos fechas:
23 de agosto, 13:00 h – Museo José Luis Cuevas
30 de agosto – Iglesia del Perpetuo Socorro