América, América
de Silvia Federici
Estas palabras son lo único que me queda
se las dedico
a los miles de personas sin hogar
que recorren las calles de Nueva York, Chicago, Cincinnati
con una bolsa con todas sus pertenencias dentro;
a los cientos de personas que cada semana
son ejecutadas con inyecciones venenosas
o en la silla eléctrica
o que esperan su turno
en el corredor de la muerte.
A las personas mayores
que comen comida para gatos
y se suicidan en silencio
en pisos fríos de un dormitorio
o que se mudan a residencias de ancianos al sur
donde libran
la última batalla de su vida
contra la juventud
porque la juventud es un peligro
para su impuesto de patrimonio.
Y se las dedico
a quienes agonizan
porque han rociado sus patios
con pcb y dioxinas
en cantidades que eclipsa la guerra de Vietnam
y que ahora se pasarán
el resto de su vida
esperando ese tumor
que el agua que beben y al aire que respiran
les tiene preparado.
La mayoría se las dedico
a quienes todos los días
llegan a la tierra prometida
en los camiones de las mafias, por el desierto,
o escondidos en los bajos de los barcos
y luego los tiran por la borda
para que la policía costera
se encargue de ellos.
Sus cuerpos
tirados en las playas de Florida
o encerrados
en campos de concentración en Haití
son hoy la imagen
de lo que América
nos tiene reservado a todos.
Brooklyn, enero de 1984
Elogio de la dominación masculina
de Silvia Federici
Querido Jack,
que besas con lujuria
cada día de la semana
el culo de tu jefe,
¿Por qué me regateas
la única noche que follamos
unos lametazos en el coño?
Y tú John,
que con paciencia infinita
aceptas nueve horas diarias
picando piedra,
¿por qué te pones así
cuando te sugiero
que seques los platos?
Cuéntame tú
mi dulce Chuck,
dime ¿por qué
no le rompiste
las costillas al capataz
cuando os dijo
que os dierais más prisa?
Es más fácil pegarle a una mujer, ¿no?
¿De qué va todo esto de la “DOMINACIÓN MASCULINA”?
La verdad
es que me parecéis todos unos enclenques.
¿ “DOMINACIÓN MASCULINA” ?
Dame un pelín más, anda.
Venga, un poquito más de DM
me aliviaría muchas penas
cuando pago las facturas;
hasta me podría ir
de vacaciones y todo.
¡ Pero NO, señor !
Sí al jefe
sí al del sindicato
que no hace ni el huevo
pero, en lo que a mí respecta,
que me paso el día cocinando, fregando y follando
lo único que consigo es un diente roto
y ni siquiera puedo ir a urgencias
porque no quieres que tus amigotes se enteren
y nunca has tenido los cojones
de conseguir que el seguro médico
lo pague.
¿ DOMINACIÓN MASCULINA ?
… arrastrarse y decir que sí,
que sí a todo
hasta que se te caigan los dientes
y luego mangonear a tu mujer
a mí
me parece más bien
cobardía masculina.
Brooklyn, 1982
Estos enormes poemas escritos originalmente en inglés por Silvia Federici (Parma, 1942) están fechados en Nueva York, década de 1980. Han sido traducidos al español por Elia Maqueda; una versión trabajada en colaboración con Federici y los hacedores del libro. La escritora italo-americana, una célebre y lúcida profesora universitaria, multicitada teórica, crítica del marxismo y marxista; autora del archi leído Calibán y la bruja (2010 por Traficante de sueños), esta mujer, nunca pensó en publicar sus sociológicos versos. Federici dice en el hermoso libro que los contiene, que ella escribe desde la adolescencia poemas para sí misma, “como una forma de sanación, una manera de no dejar que el dolor, que tantas veces he sufrido, me supere.” Transcribí para esta reseña un par de los varios e interesantes poemas del libro Yuyu, flores y poemas, de Silvia Federici y Begonia Santa-Cecilia, Madrid 2023, editado por La oveja roja, co-publicado con Commposible.
Federici dice a propósito de este poemario rescatado del tiempo, que lo escribió hace 40 años en un periodo particular de su vida. Por un lado sufre la impotencia ante la incapacidad de los movimientos populares para enfrentar al capitalismo y por otro lado, reconstruye la confianza tras su experiencia en Nigeria y la integración de la magia en su vida como una dimensión epistemológica. En medio de todo la poesía. La autora dice que para ella estos poemas “reflejan la sensación de asfixia que experimentamos en los primeros años de la administración Reagan, cuando los tambores de guerra no dejaban de sonar, y los rumores de ataques preventivos, sumados al inicio de la reestructuración neoliberal de la economía mundial, echaron por tierra las esperanzas de que el movimiento por los derechos civiles y las protestas contra la guerra de Vietnam hubiese conseguido algo irreversible.”
En el poema América, América no solo se dibuja una imagen moribunda y dolorosa de los EE.UU., sino que cada signo se contrapone al mito fundador del sueño americano. Es una idea que alguien podría haber tenido hoy o mañana con base en la experiencia tangible del negocio del modelo migrante pero ella se dio cuenta cuando aun no parecía evidente con los primeros síntomas de la caída del imperio. Su poesía es una mirada perspicaz, una rabia dicha desde el estómago pero teorizada y con las palabras precisas; es una chispa visionaria y provocativa que ya anunciaba la necesidad de redención, al dedicar su palabra a quienes no tienen hogar, a quienes llegan a América en “los camiones de las mafias a morir con sus cuerpos tirados por la borda”… Su poesía es una declaración de amor a la gente, Silvia nombra lo invisible y regala su verso, que como Blas de Otero, es lo único que le queda.
Y no se diga el poema titulado Elogio a la dominación masculina. Aquí, con fina ironía la autora no solo cuestiona la cobardía y el sometimiento que implica el machismo para los hombres contra los hombres, sino que anticipa una de las mejores críticas a la teoría de la dominación masculina, que se sintetiza en un magnifico texto que publicará Pierre Bourdieu en 1998, 16 años después. En fin, es un deleite esta poesía sin pretensiones, una manera de explicar el mundo desde el corazón pensante e inteligente de una mujer, la joven poeta, la viajera, la que pregunta, Silvia Federici.
Una librera de la Santa María la Ribera, me lo recomendó ante mi búsqueda de libros extraordinarios escritos por mujeres. Y hoy me alegro de haber seguido esta sugerencia. Yuyu es un texto que de entrada nos llama a la sorpresa de descubrir a una poeta y a una acuarelista en un diálogo espontáneo y generoso. Un par de amigas que se escriben entre 2020 y 2021, justamente el tiempo del confinamiento obligado por las políticas pandémicas del covid-19. Ellas intercambiaron cuadros de flores por poemas y en determinado momento se dieron cuenta que tendrían que hacer un libro con todo eso que acopiaron.
En un e mail dirigido a B, enviado el jueves 14 de mayo de 2020, a las 9:15, Silvia escribe:
“ B, cada flor es más bonita. Vamos a tener que hacer un libro de flores y añadir poemas. ¡Qué te parece?
Besos, S ”
Y lo que tenemos es que las amigas hacen un libro de flores con poemas, con la convicción de compartir el gozo de la compañía, con un compromiso que bien resumen los editores cuando escriben: “En medio de un mundo en constante estado de guerra y de emergencia, quizás lo que pueden un manojo de poemas y de acuarelas es justamente abrir la revelación de que ese mundo no es todo lo que es, en tanto que alberga también lo que puede ser.”
El vocablo “yuyu» designa en África occidental un amuleto o juguete; es también una cualidad que remite a las propiedades mágicas de algo. Esta definición abre nuestro libro. Después de leerlo varias veces y de distintos modos, Yuyu, flores y poemas, se reveló para mí como un libro-amuleto, podría jurar que fue concebido como una pócima de curación, como un compañero de soledad. Pero no solo es un libro experimental, es un meta libro porque es también el relato del proyecto de ese libro. El cuaderno me pareció un documento, un archivo etno-histórico y no me atreví a subrayarlo o hacerle marcas de lectura.
Yuyu, flores y poemas, es un libro para leerse lento; es casi del tamaño de una libreta profesional, sin duda es de colección; impreso sobre cartulina y solapas grandes, una obra pensada para existir en papel. Tiene varios capítulos que puedes leer de N maneras. Por ejemplo, eliges enfocar las pinturas de flores y el lenguaje del color cobalto o sino te clavas en los poemas o descifras las imágenes de los versos originales incluidos en una “Carpeta personal”, o lees directamente en inglés todos los poemas, integrados al final del texto; también está la voz de Silvia, la de Begonia junto con el editor Luis Moreno-Caballud. Es un texto que se muestra auto consciente y al que se le notan las costuras, lo que resulta auténtico como experimento artístico. Más que un libro-objeto, Yuyu es un libro-microscopio: se abre hacia adentro, como una flor que se convierte en semilla.
Para finalizar transcribo otro poema de Yuyu. Uno que a las 9:15 del sábado 20 de marzo de 2021 Silvia le envió a B, contándole a su amiga que se encontró por ahí este poema anónimo, el cual sin duda “debería estar en el libro”. Agradecí toparme con estos versos. ¿Se han fijado que ya todo lo que hacemos puede inclinar la balanza de la vida y la muerte en la guerra que nos envuelve y nos impone el fratricidio? En fin, que me gustaría escribir en todas las cuevas y los pergaminos, que no vamos a olvidar que Palestina existe y que aquí estuvimos, tomadas de la mano, leyendo plegarias para mutar y sobrevivir en un mundo sin dios.
Recuerdos de Gaza
(autor desconocido)
Le quitaron sus naranjos y sus aceitunas.
Luego le quitaron su agua, su tierra.
Luego le quitaron a su hijo; dijeron que se había hecho fedayín.
Otro murió en el desierto tratando de llegar a Kuwait.
Ahora en el campo de refugiados
escudriña el cielo y las dunas del desierto
y pregunta dónde se esconde dios.



