NOVIEMBRE: LA VOZ QUE RESISTE Y RENACE

Noviembre siempre llega con el eco de la memoria. Es el mes en que México recuerda, honra y canta a sus muertos; un mes donde el dolor se vuelve canto y el canto, resistencia. En Oaxaca, “Dios nunca muere” atraviesa el aire como plegaria y como afirmación de vida: porque aunque todo muera, el alma persiste en la voz del pueblo. Así también la literatura resiste —en cada palabra que nombra la pérdida, el cuerpo, la tierra o la esperanza—.

En esta edición de La Plaza, esa voz múltiple se despliega con fuerza.
Desde la mirada luminosa de Cristina Rivera Garza, Ana Claudia Molinari nos conduce a un viaje entre el algodón y la memoria, donde la escritura es un acto político y afectivo que enfrenta al olvido.
En el cauce de la poesía, Lilia Cenobia Ramírez Carrera nos revela, con Anatomía del agua, que la palabra también fluye, sana y fecunda: que escribir es, literalmente, aprender a respirar.
La narrativa se abre paso con los cuentos de Guillermo Torres y Maru Márquez Arellano, donde la vida cotidiana se asoma al abismo entre el amor y la violencia, el azar y la voluntad. Y con humor negro y precisión, “El error de Francisco” nos recuerda que incluso los dramas domésticos pueden esconder la más inesperada ironía.

Cada texto, desde su propio cauce, celebra lo humano: lo frágil y lo feroz, lo que se hunde y lo que renace.
Porque en tiempos inciertos, la escritura es también un altar —una forma de no rendirse, de resistir desde la belleza—.
Y así, como en el himno oaxaqueño, La Plaza reafirma este mes su convicción más profunda:
que la cultura es memoria viva, y que las palabras, cuando se escriben desde el alma, nunca mueren.

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