LA REINA

No quieres levantarte, sabes que este día es especial y tú estarás sola contigo. Revisas el chat como la primera reacción del día, ya iniciaron con las felicitaciones: imágenes reenviadas, copiadas, fácil de odiar mil veces: ¿no pueden tener un mínimo de decencia e inventar sus propias ideas? ¡Ah, el terrible y estúpido consumismo en masa!

Esta es la décima vuelta entre las sábanas, sabes que no puedes recluirte en la cama, que hay que levantarse y… sí, afrontar el día que más odias, después de la navidad y año nuevo. Como cada año, tendrás que vestirte, ir a la oficina, soportar el trayecto engolosinado de imágenes cursis y ridículas, ver a la cantidad de parejas acarameladas en los parques, en el metro, caminando en las avenidas y comprando tonterías envueltas en globos, confeti, papel de corazones rojos. No hay manera de evitarlo.

Lo has intentado hasta el cansancio. Quizás es lo que más odias: la hipocresía, el que no puedan ser como ellos desean, el qué dirán si soy la que no quiere alegrarse, la que no quiere celebrar, la que odia las mieleras risas y forzadas carcajadas de los enamorados.

No hay modo, debes levantarte, ducharte, salir a enfrentar el día: tienes muchas cosas qué arreglar, particularmente el día de hoy. Revisas el celular, hay muchos mensajes de la oficina que debes atender, tardaste tiempo en tus elucubraciones y ahora vas retrasada. Haces llamadas para verificar que los proveedores entreguen a tiempo. Buenas noticias, no hay ningún retraso, sonríes satisfecha. Sólo falta un detalle para que todo sea como cada año… haces la llamada para verificar el envío.

Al llegar a la oficina, el personal femenino te recibe. Preguntas si todo está dispuesto: “Claro que sí licenciada, todo está en orden”. ¡Qué desgracia!, piensas, pero es necesario. Sonríes ante las miradas de admiración y envidia del personal femenino detrás de ti: en tu despacho, un delicado arreglo de rosas rojas, con una discreta tarjeta: “tu querido amigo…” Siempre serás la reina.

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