La brecha generacional y el desafío de entendernos

Vivimos tiempos líquidos, decía el filósofo Zygmunt Bauman en su célebre Modernidad líquida, para describir una era donde las estructuras sociales que antes nos daban sentido —la familia, la educación, la comunidad— se han disuelto, dejando a los individuos, y especialmente a los jóvenes, navegando en aguas inciertas.

En una ciudad como la nuestra, en el corazón de la clase media capitalina, generaciones distintas se entrecruzan cada día: los Baby Boomers, formados en la estabilidad y la disciplina; la Generación X, pragmática y resiliente; los Millennials, digitales y desencantados; y la Generación Z, nativa de un mundo virtual pero atenta a los problemas reales de inequidad y medioambiente. Convivimos, sí, pero ¿nos entendemos?

La filósofa Hannah Arendt, en su ensayo La crisis de la educación (Between Past and Future), alertaba sobre los riesgos de una ruptura en la transmisión generacional. Para ella, educar no era simplemente adaptar a los jóvenes al presente, sino presentarlos a un mundo que existía antes de ellos y que les tocaría renovar. Si los adultos rehúyen su responsabilidad como puentes entre pasado y futuro, dejamos a los jóvenes sin raíces ni alas.

Hoy, pareciera que en lugar de tender puentes, estamos cavando trincheras. Los adultos, atrapados entre la nostalgia y la incertidumbre, vemos con desconfianza la rapidez y la fragilidad de los lazos que los jóvenes tejen en su mundo digital. Los jóvenes, por su parte, perciben a sus mayores como figuras obsoletas, incapaces de ofrecer respuestas a desafíos inéditos como el cambio climático o la precarización laboral.

El filósofo Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, sostiene que habitamos una cultura enfocada en el rendimiento individual, donde el exceso de positividad ha reemplazado al compromiso comunitario y al diálogo intergeneracional. En este contexto, las generaciones parecen no tener ya un lenguaje común, ni siquiera un espacio simbólico donde encontrarse.

¿Es posible entonces superar esta brecha?

Autores como Paulo Freire, con su Pedagogía del oprimido, propusieron la educación como un acto de diálogo: no imponer, sino escuchar y aprender juntos. Philippe Meirieu, especialista en pedagogía contemporánea, reivindica una autoridad adulta basada no en el autoritarismo, sino en el respeto y la consistencia de los actos.

Escuchar, dialogar, comprender: tareas urgentes para una sociedad que, si quiere tener futuro, necesita reconciliar su pasado con su presente. No se trata de idealizar ninguna generación, sino de reconocer que todas llevan consigo algo valioso que aportar al complicado arte de vivir juntos.

En tiempos líquidos, quizás la verdadera solidez está en nuestra capacidad de tender la mano al otro —más joven, más viejo— y construir, en medio de las diferencias, un nuevo pacto generacional basado en el respeto, la empatía y el aprendizaje mutuo.

Solo así, tal vez, podamos navegar juntos en este mar incierto que es nuestro tiempo.


Fuentes consultadas:

  • Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, 2003.

  • Arendt, Hannah. La crisis de la educación, en Entre el pasado y el futuro. Ediciones Península, 2006.

  • Han, Byung-Chul. La sociedad del cansancio. Herder Editorial, 2012.

  • Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores, 1970.

  • Meirieu, Philippe. “La educación solo es aceptable si se articula desde la libertad”, entrevista en Blog Vicens Vives (2022).

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